sábado, 14 de mayo de 2011

Friday thoughts

La palabra “designio” tiene algo de mística y algo de ominosa. “Los designios de Dios son inescrutables”. No hace falta más que eso para condenar al más, al menos, o al mas o menos creyente a encerrarse en un laberinto determinista sin puertas ni ventanas ni ventiluces. Y Y aún si tuviéramos la masculinidad suficiente como para “escrutar” a los famosos designios, a la larga terminaríamos comprendiendo que todo aquello de la inescrutabilidad sí tenía gollete después de todo. que mas vale quedarse chanta y esperar que algún domingo nublado, mate en mano, terminemos abriendo la boca cual niño frente a director de escuela y comprendamos, finalmente, que menos mal que los designios eran inescrutables porque gracias a eso hoy estamos donde estamos. Pero entonces… saberlo debería hacernos la vida mas fácil. Y sin embargo, no. Es que a veces los inescrutables designios pisan demasiado fuerte. Y es cierto que circula aquel dicho de que Dios, ponele, no coloca sobre nuestras espaldas mas peso del que éstas puedan soportar. Y que en el proceso de acumulamiento de peso descubrimos que nuestras endebles espaldas no lo eran tanto. Pero no dejan de ser espaldas. Y hasta Don Atlas habrá llegado, en algún momento, a un punto en el que dijo: “esto ya es demasiado”.