lunes, 28 de julio de 2008

La siesta perpetuaba el silencio a lo largo de las calles inmoviles. A eso de las tres, un niño regordete abrio la puerta de su casa con un crujido. LLevaba bajo el brazo una reluciente pelota nueva, y aunque sabia que nadie admiraría su adquisicion hasta pasadas las cuatro, cuando el barrio despertaba nuevamente a la vida, su ansiedad hacia la espera insoportable. Mejor salir a recorrer la siesta, balon bajo el brazo, para ser el primero en ver llegar la tarde.
Salió con el paso apurado, pero ante la imponente soledad de la cuadra comenzó a caminar mas lento. Paso por la casa de ese chico, ese cuya expresion al ver el reluciente esferico sería para el niño la mas satisfactoria, el verdadero triunfo. Aunque las persianas estaban evidentemente cerradas, se paseo dos o tres veces por ese frente, ensayando la pose que adoptaría cuando la puerta finalmente se abriera.
(para ser sincera, habia pensado una historia fantastica y olvide como seguia, una boluda total. ya volvera supongo)

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