viernes, 20 de noviembre de 2009

La Feria VI

Mientras el anciano colocaba ordenadamente el dinero en la caja registradora, Julia posó su atención en un exhibidor a un lado de la caja. La mayoría de los objetos expuestos eran postales con viejas fotos de la ciudad. Pero lo que verdaderamente llamó la atención de Julia fue un folleto de color verde envuelto en plástico. En su portada había sólo una línea de texto, que parecía estar escrita a máquina: La Feria de los Mundos. Julia no podía creerlo. Lo tomó apresuradamente y, sin siquiera abrirlo, lo puso en el mostrador. “Llevo esto también”. El viejito se acomodó los lentes, miró el folleto, y luego posó una mirada seria y profunda sobre Julia. Le entregó la birome y el vuelto. “El folleto es gratis. Dudo que tenga algún valor hoy en día”. Julia agradeció al anciano, aunque no pudo evitar sentir que había algo extraño en ese lugar, y se apresuró hacia la escuela.
Durante toda la mañana Julia buscó un momento libre para investigar el folleto, que le quemaba en el fondo del bolso, pero le fue imposible. Los alumnos no le dieron respiro, y durante el recreo se vio obligada a tomar el té con el resto de las maestras, que le hacían señas desde el fondo de la cantina. Cuando finalmente terminó la clase, pensó que sería buena idea ir a comentarle a Marcos su hallazgo. Después de todo, tal vez a él se le habría ocurrido buscar el folleto en la biblioteca.
Esta vez, el lugar se veía bastante más ordenado, aunque seguía habiendo capas de polvo por todas partes. Marcos la vio llegar, pero no sonrió. Hizo un gesto con la cabeza y continuó limpiando la portada de una enciclopedia con un paño. En un principio, Julia no entendió la actitud de Marcos. Ya casi había olvidado que en su intento de cambiar de vida lo había ignorado cruelmente frente a todo el mundo. Trató de suavizar las cosas. “Hola. ¿Cómo anda todo? Se nota que estuviste trabajando mucho en esto, se ve mucho mejor”. Marcos dijo un “gracias” sin emoción, y continuó en su tarea. Julia se acercó a él, y como quien no quiere la cosa sacó el folleto de su bolso. “Mirá, lo encontré en una librería”. Marcos levantó la mirada con desgano. Al ver el folleto, dejó la enciclopedia y el trapo en el acto, y se lo arrebató a Julia de las manos.
Se sentó en la mesita e hizo un gesto a Julia de que se sentara a su lado. Luego cortó el plástico protector, abrió el folleto con cuidado y leyó en voz alta: La Feria de los Mundos, el lugar donde existen todos los mundos posibles. Miró a Julia, emocionado. “Es increíble que hayas encontrado esto. Es muy viejo. Cuando me preguntaste por él la otra vez pensé que nunca iba a aparecer. Pero después me puse a investigar. En el cuaderno del bibliotecario de esa época había datos sobre esa feria. Iba a contarte pero...”. Julia se ruborizó, avergonzada. Trató de distraer a Marcos de su desplante. “¿Qué decía el cuaderno sobre la feria?”. “Ya no importa, tenemos el folleto”. Marcos quiso pasar la página, en busca de alguna ilustración que mostrara la feria y sus atracciones. Para su sorpresa, la hoja se desintegró en cientos de pedazos. El folleto era tan viejo que comenzó a descomponerse al tacto, hasta que sólo había una montaña de trozos de papel amarronado. Julia y Marcos observaron la autodestrucción del objeto sin poder hacer nada. Marcos no pudo evitar sentirse responsable, y la miro apenado. “No te preocupes”, trató de consolarlo Julia, “me habría pasado a mi también. No es la primera vez que veo un libro desintegrarse así. Las hojas de pudren con el tiempo”.
Entonces, el rostro de Marcos se iluminó. “¡El cuaderno! Ahora si importa el contenido”. Abrió un cajón de su escritorio y sacó un cuaderno de tapa verde. Lo llevó hasta la mesa y comenzó a leer en voz alta.

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