viernes, 6 de noviembre de 2009

que vamos? V creo

Ya casi ni pensaba en Marcos, y no había vuelto a pensar en su hallazgo el día de la visita a la biblioteca. Sentía que si las cosas seguían como hasta ahora, ella iba a cambiar para convertirse en una de esas chicas como su amiga Tatiana, a quienes nada les interesaban los libros, las historias y la fantasía. Tal vez eso era lo que correspondía hacer: buscar a un joven emprendedor con quien pudiera formar una familia.
Casi había empezado a convencerse de que cambiaría su actitud. Comenzó a vestirse diferente, más formal; se peinaba el cabello en un rodete y empezó a investigar planes de pago para cambiar su autito por uno más lujoso. Las demás maestras comenzaron a tenerla en cuenta, y la dejaban participar de sus conversaciones. En una ocasión, Julia estaba tomando un café en la cantina de la escuela con varias de sus colegas cuando pasó Marcos, con una pila de libros polvorientos. Le sonrió, pero Julia, que no quería causar una mala impresión, ignoró el saludo y simuló no conocerlo. Esa noche le costó dormirse, pensando en Marcos, y preguntándose si ese cambio en su vida la hacía sentirse verdaderamente bien.
A la mañana siguiente, Julia se despertó con el recuerdo de un sueño. Había soñado que entraba en la Feria de los Mundos, pero no puedo recordar qué había allí. La sensación era rara, como la que le provocaban a los personajes de los cuentos las fantasmagóricas ferias llenas de seres extraños y criaturas deformes. Julia trató de no pensar más en eso, y se vistió para ir a trabajar. Mientras manejaba, recordó que debía comprar un nuevo cuaderno. El que usaba para anotar comentarios sobre el trabajo de sus alumnos ya estaba lleno, a causa de las tantas visitas a la dirección que había tenido que registrar últimamente.
La librería donde siempre compraba sus útiles aún estaba cerrada. Julia trató de recordar algún otro local que estuviera de paso, pero estaba convencida de que esa era la única librería que había camino a la escuela. Paró en un semáforo en rojo, y entonces lo vio. Era un pequeño local de aspecto anticuado, y en la vitrina de su casi despojada vidriera se leían las palabras “artículos escolares” parcialmente despintadas. Julia estacionó cerca del negocio.
Al abrir la puerta sonó una campana, y en el acto apareció un anciano señor que le preguntó amablemente a Julia qué necesitaba. “No recuerdo haber visto este local”, pensó Julia en voz alta. “Hace muchos años que estamos acá”, dijo el anciano, “sólo que la gente sólo tiene ojos para lo moderno, los edificios lujosos y las tiendas tamaño dinosaurio. Es normal que un local como el nuestro pase desapercibido”. Julia asintió, y comenzó a buscar un cuaderno apropiado. La mayoría de la mercadería que vendía el anciano estaba amarillenta o sucia de polvo, pero a Julia le dio pena irse sin comprar nada. Decidió que se llevaría una birome, y esperaría hasta la tarde por el cuaderno.

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