lunes, 5 de octubre de 2009

LA FERIA DE LOS MUNDOS 01

I. Todo el mundo ama las ferias
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Una feria es un mundo que deambula. Su llegada a un nuevo destino difícilmente pase desapercibida. Grandes tiendas se despliegan a lo largo de algún descampado que, salvo por la ocasional visita de algún circo o un parque de diversiones, no es sino un gran baldío en las afueras de una gran ciudad. Durante la estadía de la feria, el descampado se cubre de luces, músicas extrañas y centenares de objetos sin dueño que esperan por uno, o que simplemente están allí, como parte de ese fantasmagórico escenario.
Julia nunca había estado en una feria, pero había leído infinidad de historias en las que algún niño curioso se perdía en sus encantos para nunca regresar. Tampoco se le había ocurrido visitar una: en la ciudad en donde vivía sólo había edificios, ningún descampado. Los baldíos no pasaban demasiado tiempo sin que algún agente de bienes raíces los descubriera, y en seguida alzara sus manos cual director de cine, para comenzar a proyectar una nueva propiedad horizontal. Después de todo, los edificios eran necesarios. Todo lo que la gente hacía en la gran ciudad requería de alguna oficina, donde alguna bella secretaria se sentara con su minifalda a atender algún teléfono, e indicarle a la gente cuándo podía pasar a hacer quién sabe qué trámite.
El edificio en el que trabajaba Julia era uno enorme e imponente, pero en él no había oficinas sino aulas. Decenas de ellas se desplegaban a lo largo de las dos plantas, que ocupaban una manzana entera. Todas las mañanas, las enormes aulas se llenaban de niños, que ocupaban centenares de bancos y desplegaban sobre ellos cientos de carpetas, biromes y lápices.
Julia enseñaba lengua y literatura en el cuarto grado, y como amaba los cuentos, siempre empezaba su clase leyendo un capítulo de alguna de sus historias preferidas. Una mañana en particular, comenzó a leer uno de esos cuentos sobre niños perdidos en ferias. No había llegado a la quinta línea, cuando una pregunta inesperada la hizo detener su lectura. “Señorita, ¿qué es una feria?”. Julia levantó los ojos del libro. La pregunta había sido formulada por Brian II (En el curso de Julia había cinco Brians, tres Azucenas y ocho Dianas). “¿Alguien puede explicarle a Brian qué es una feria?”, preguntó Julia, asumiendo que varias manos se levantarían en el acto. Los niños pestañeaban con ojos ausentes, y ninguna mano se elevó. “¿Nadie sabe lo que es una feria?” Era evidente que nadie sabía. “Una feria”, comenzó Julia, “es un lugar como un circo, pero sin carpa, donde la gente va y...”. Lo cierto es que Julia tampoco sabía como describirlas, siendo que ella nunca había visto una. “La gente va y... hay muchos puestos con cosas para ver... cosas extrañas, gente con habilidades especiales”. “Ah”, dijo una de las Azucenas, creyendo que empezaba a comprender, “hay chicos que realizan operaciones matemáticas complicadas”. “No, no. No esa clase de habilidades. Hagamos una cosa. Cuando escuchen más de la historia van a entender de qué se trata. Sigamos leyendo”.

2 comentarios:

silvana dijo...

tengo ganas d seguir leyendo... Vamos a ver que pasa...

Unknown dijo...

Yo quiero seguir leyendo!!! Me atrapó!!!